A comienzos del s. XIII (dos siglos antes de que el estamento civil creara su propia capilla musical con “chantres” traídos de Avignon) se consolida en la Catedral la dignidad de “chantre” encargado de la música del templo y de la educación general básica y musical de unos cantorcicos o “infantes” y demás cantores. Con anterioridad la chantría se llamaba “cantoria”. El documento institucional está fechado el 29 de septiembre del año l206, día de San Miguel Arcángel, y firmado (“hanc institutionem concedo et hoc signo me + corroboro”) por el obispo de Pamplona Juan de Tarazona. Éste había sido abad de Zamarce-San Miguel de Aralar y chantre de la Seo, y reconoce que de niño se había educado en la Catedral de Pamplona. Sería obligación del chantre, junto con tres ayudantes, entonar, cantar, encargar a otros o escribir los invitatorios de las horas canónicas, corregir al coro y distribuir las capas correspondientes según la solemnidad de los oficios. Asimismo, habría de comenzar los himnos, salmos, antífonas etc., cantar la novena lección de los maitines, señalar al “precentor”, y en su ausencia al “subcentor” (sochantre) las antífonas que se debían cantar, así como entonar todos los cantos en las procesiones y velar por la dignidad del repertorio musical de la iglesia.

El chantre debía enseñar y cuidar de los niños de coro y distribuir sus cometidos dentro del mismo, y estar disponible para ayudar a todos los que tenían que leer o cantar en el templo, sin que nadie osare leer o cantar sin su licencia. Al que intentara incumplir estas normas o menospreciar a la institución musical creada, se le amenaza con anatema, nada menos, y que “cum Juda traditore perpetuam penam sustineat in inferno. Amen.”

La insistencia del documento en sobreponer al chantre por encima de toda otra autoridad musical en la Catedral y de que nadie introdujera otros cantos (¿polifónicos?) fuera de su control hace sospechar que, como dice José Goñi Gaztambide, estaba emergiendo la figura del maestro de capilla, aunque en la época se llamara de otra manera. También se adivina la llegada vía Camino de Santiago de la música polifónica, procedente de Notre Dame de Paris (maestros Leoninus y Perotinus de finales del s. XII).