La Capilla de Música: Orígenes
Primeras manifestaciones musicales en la Catedral
Es muy probable que la primera iglesia prerrománica que se construyó en la acrópolis pampilonense usara la música para sus ritos sagrados, pues resulta impensable un culto cristiano sin el canto. El Concilio de Aquisgrán (8l6) mandó introducir la vida canonical en las catedrales. Ésta aparece en Pamplona al menos en el s. XI.
La primera liturgia catedralicia (texto y música) se desarrolló en rito mozárabe. Es más, sabemos que antes de la implantación del rito romano con su canto gregoriano, Navarra era uno de los focos principales de la liturgia mozárabe. De los monasterios del Reino salieron la mayor parte de los libros que enviaron los obispos hispanos al Papa Alejandro II hacia el año l065 para demostrar que no contenían herejías. Según el cronista, el papa tomó en sus manos algunos de ellos, y lejos de censurarlos, los alabó. Con todo, al poco tiempo se impuso la Liturgia Romana unificando la mayor parte de la Liturgia de Occidente.
De acuerdo con la evolución de los tiempos, el canto monódico comenzó a convivir con los inicios de la polifonía. Creemos que la escuela polifónica de la Catedral de Pamplona surgió poco antes del s. XIII con el pontificado de Pedro de París (ll67-ll93), sucesor de Pedro de Roda. Pedro de París era una personalidad de ámbito europeo. Había cursado sus estudios y enseñado en la capital francesa precisamente en los albores de la llamada Escuela polifónica de Notre Dame. Había presidido en Inglaterra la delegación que arbitró las diferencias entre los reyes Alfonso VIII de Castilla y Sancho VI el Sabio de Navarra, hizo varios viajes a Roma y asistió al Concilio de Letrán (ll79), cuidó especialmente el culto de la iglesia mayor de Pamplona etc. No es de extrañar que impulsara también la creación de una escuela de polifonía en la misma ciudad, a ejemplo de lo que había visto en París, Londres, Barcelona o Roma. El primer testimonio de la existencia del coro catedralicio es de su época (ll86). En el año ll99 la documentación alude al encargado de cantar las secuencias por un tal “dominus cantor secuencie”, cuyo nombre se omite. También en esta época se alude al uso de doble número de cantores para las Vísperas de San Fermín, lo cual indica que existía un coro en la Catedral, si bien el edicto fundacional de la Chantría, niños y cantores aparecerá en el año 1206.
Creación de la dignidad de la Chantría
A comienzos del s. XIII (dos siglos antes de que el estamento civil creara su propia capilla musical con “chantres” traídos de Avignon) se consolida en la Catedral la dignidad de “chantre” encargado de la música del templo y de la educación general básica y musical de unos cantorcicos o “infantes” y demás cantores. Con anterioridad la chantría se llamaba “cantoria”. El documento institucional está fechado el 29 de septiembre del año l206, día de San Miguel Arcángel, y firmado (“hanc institutionem concedo et hoc signo me + corroboro”) por el obispo de Pamplona Juan de Tarazona. Éste había sido abad de Zamarce-San Miguel de Aralar y chantre de la Seo, y reconoce que de niño se había educado en la Catedral de Pamplona.
Sería obligación del chantre, junto con tres ayudantes, entonar, cantar, encargar a otros o escribir los invitatorios de las horas canónicas, corregir al coro y distribuir las capas correspondientes según la solemnidad de los oficios. Asimismo, habría de comenzar los himnos, salmos, antífonas etc., cantar la novena lección de los maitines, señalar al “precentor”, y en su ausencia al “subcentor” (sochantre) las antífonas que se debían cantar, así como entonar todos los cantos en las procesiones y velar por la dignidad del repertorio musical de la iglesia.
El chantre debía enseñar y cuidar de los niños de coro y distribuir sus cometidos dentro del mismo, y estar disponible para ayudar a todos los que tenían que leer o cantar en el templo, sin que nadie osare leer o cantar sin su licencia. Al que intentara incumplir estas normas o menospreciar a la institución musical creada, se le amenaza con anatema, nada menos, y que “cum Juda traditore perpetuam penam sustineat in inferno. Amen.”
La insistencia del documento en sobreponer al chantre por encima de toda otra autoridad musical en la Catedral y de que nadie introdujera otros cantos (¿polifónicos?) fuera de su control hace sospechar que, como dice José Goñi Gaztambide, estaba emergiendo la figura del maestro de capilla, aunque en la época se llamara de otra manera. También se adivina la llegada vía Camino de Santiago de la música polifónica, procedente de Notre Dame de Paris (maestros Leoninus y Perotinus de finales del s. XII).
Maestros de capilla y otros músicos: antecedentes
A partir del año 1206 se conoce el nombre de los directores de la música catedralicia, llamados chantres (“cantor”, “preceptor”). Corresponden al siglo XIII los siguientes: Pedro de Navaz, García Martínez, Arnaldo de Boson, Ximeno Lopiz de Luna, Pedro Cornelio de Baztán y Sancho Martínez de Guerguetiáin. Siglo XIV: Rodrigo Ibáñez de Medrano, Gil García, Juan de Foleaut, Juan de Poyo-Alto, Guillén de Amaneu y Pascual Périz de Olleta. Siglo XV: Ximeno de Tajonar, Martín de Abárzuza, Pedro de Andosilla, Juan de Roncesvalles.
La denominación y la figura del maestro de capilla como tal no aparecen claras hasta el s. XV. Hemos visto antes cómo su equivalente medieval, el “chantre”, se encargaba del canto llano y de la educación de los infantes. Parece deducirse por el contexto que, junto con el nacimiento de la polifonía, se va perfilando el oficio del maestro de capilla. En l436 el navarro José de Anchorena, que había estudiado en Salamanca, era el “maestro mayor de los cantorcicos”, mientras aparece como “chantre” Martín de Abárzuza, lo que indica que se van separando los cometidos de uno y otro cargo. Anchorena pasó a la Catedral de Burgos en l438. Juan Sánchez de Escós aparece en l497 como “maestro de músicos de Pamplona”, y en l483 figura como músico de la Seo de Burgos.
Junto con el maestro aparece también la figura del organista. Se suele fijar el año 757 como fecha de la introducción del órgano en Occidente, a través de un obsequio del emperador de Oriente a Pipino el Breve. A partir de esta fecha se extiende rápidamente el uso del órgano en las iglesias de Occidente. Probablemente la Seo de Pamplona utilizó este instrumento en su liturgia al menos desde la adopción del Rito Romano (l083), a imitación de otras catedrales francesas o catalanas de la época. El órgano está presente en la iconografía medieval de la Catedral, pero la documentación escrita conservada no se refiere a dicho instrumento hasta el s. XV. Entre l46l y l465 fue organista de la catedral de Pamplona Gil de Borja, que cobraba 20 libras por “sonar los órganos”.